jueves, 10 de mayo de 2012

TABUCCHI INSPIRA NUEVAMENTE.


En Babilonia


por Mauricio electorat
Hay cosas que le entristecen a uno el mes. Aunque sin llegar al dramatismo del famoso verso de Vallejo: "hay golpes en la vida/tan fuertes/yo no sé...", por ejemplo, enterarse un domingo por la mañana de que Antonio Tabucchi ha muerto es una triste manera de abordar abril, no se me dirá lo contrario (a menos que Tabucchi hubiese tenido más que detractores, gente desalmada que pudiese alegrarse de su muerte, cosa que no creo en lo más mínimo, pues ese Tabucchi hubiese sido más bien un personaje de Buñuel, que estaba convencido de que la jerarquía de un hombre se medía en función de la importancia de sus enemigos, pero Tabucchi más que de Buñuel, tenía algo de Pessoa, era como él, un perplejo y melancólico poeta de los puertos del sur de Europa). Enfín, digo esto porque la muerte de Tabucchi me hace pensar que hay escritores que no deberían morir, no tan pronto, al menos. Hay escritores para los cuales nuestra prodigiosa sociedad hipertecnológica debería destinar bancos con vísceras de recambio: hígados, pulmones, cerebro, corazón, de manera que pudieran acompañarnos unos añitos más (si ese fuese su deseo, claro). Imagínese si hubiésemos podido otorgarle a Cervantes veinte años más, salvar a Garcilaso de la Vega de esa pedrada que lo mató mientras escalaba una torre enemiga en Fréjus, librar a Balzac de la gangrena y a Stendhal de la apoplejía que lo derrumbó en el boulevard des Italiens (no podía morir en otra calle, claro).

Es que cuando muere un gran escritor uno se siente más solo. Más confrontado a eso que algunos llaman la "hiperrealidad". O sea, a la civilización de la simultaneidad y la ligereza, el dinero que todo lo llena y todo lo vacía, la banalización de la política y del arte, la "espectacularización" de todas aquellas dimensiones de lo humano que otrora daban "sentido" a la vida. Aunque uno no estuviera de acuerdo con ese o esos "sentidos" —Dios, Marx, el Partido o "los partidos", la familia, el valor del arte y las ideas—, era una matriz cultural que hoy día tiende a volar en mil esquirlas: hay fragmentos de todo en todas partes y, en especial, en las pantallas, sin las cuales nuestro mundo ya no sería Mundo: redes sociales, internet, mensajes de texto, balbuceos, silabeos... Pero pasan cosas extrañas en este mundo hipermoderno. Por ejemplo, leo en un blog español una noticia inquietante: una red de “escort girls” de Madrid se estaría negando a prestar sus servicios a banqueros en protesta por su conducta en la crisis económica que sacude a España. La curiosa “huelga” de estas meretrices de lujo estaría liderada por una tal Lucía que, cansada de escuchar las “proezas” financieras de uno de sus clientes, que le contaba cómo se enriquecía pidiendo préstamos millonarios al Banco Central Europeo al 1% de interés e invirtiéndolos en deuda pública y productos derivados, con rentabilidades de entre el 6 y el 7%, con lo cual se embolsaba la diferencia y ganaba millones de euros, le dijo que no lo “atendería” más mientras no cumpliera de verdad con el rol social que ha de tener un banquero en un país devastado por la crisis. El tipo volvió días más tarde dispuesto a probar que había concedido un crédito a un pequeño empresario para comprar una camioneta repartidora. Pero el ejemplo de Lucía, al parecer, prendió y muchas de sus colegas han acabado por negar sus servicios a esos banqueros que se echan al bolsillo fortunas con un par de “clics”, mientras, afuera, el mundo se derrumba. Si esto es cierto, estamos ante un ejemplo elocuente de nuestra crisis de civilización: en un mundo en que el cuerpo es una mercadería más y en que el dinero, como decía Lacan, es el significante que anula todos los demás significantes, la mezcla de sexo, dinero y poder constituye uno de los verdaderos motores del cambio. Y si nuestra salvación depende, más que de políticos, filósofos o economistas, de las prostitutas ¿no será que seguimos en Babilonia? Y en un mundo así, ¿qué le cabe hacer al escritor? ¿cuál es el estatuto de la palabra y de la poesía? Pienso en Tabucchi, en su gusto por los seres marginales y extraños, y pienso que esa Lucía podría ser uno de sus personajes.
M.E. 


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