lunes, 7 de marzo de 2016

Una Opera Futurista en la escena: Victoria sobre el sol.


El arte kamikaze es aquel nacido de la interpretación de lo contemporáneo o de la sutileza de la historia del arte cuando por ejemplo hablamos de cosas de apenas cien años atrás, o ciento diez años atrás. En un No-lugar del novecientos que florece con todos sus rayos por ejemplo en la Revolución Rusa. En una época revolucionaria en la que Matiushin hace la música para una ópera futurista en idioma transmental, Victoria sobre el sol, presentada en San Petersburgo, cuatro años antes del triunfo de la Revolución. Pero me interesa señalar que el vestuario fue diseñado por ese inmenso pintor que fue Kasimir Malévich. Todo esto puede parecer historia, pero es vanguardia cuando en un teatro cuzqueño, en un No-Lugar a las 7.20 te encuentras con la Victoria sobre el sol, sí, la misma ópera futurista de Matiushin y Malévich pero aggiornata, re-creada, lanzada al infinito por un músico, un poeta, varios músicos, varios poetas que han logrado con economía de medios, trasladarnos y conmovernos en un No-Lugar cusqueño de esta época de poca poética dónde nadie sabe a dónde va.
El cuadrado negro de Malévich convertido en péndulo movedizo proliferando en líneas hechas al mismo tiempo música. O al fondo una cancioncita boliviana consumando la aspiración estética. Y todo nuevo, extrañamente nuevo y diferente de lo propuesto hasta ahora en la escena peruana. Arte kamikaze le llamo por la convicción con que está hecho y por los efectos explosivos de su razón estética. Una Opera futurista hecha ópera audiovisual que va más allá de las religiones y los automatismos. Gracias a Alán Poma, Ximena Menendez, Lucero Paucar, Frido Martin, Gonzalo del Águila, Juan Francisco Ortega, Aldo Cáceda,Rolando Muñoz y Raúl Gomez. 

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